domingo, 1 de noviembre de 2015

Año dos mil cincuenta

Me desperté pensando que la fiesta todavía podía estar en la boca de metro más cercana.
Pero mi número cayó de repente en una de las caras infinitas del dado del universo.
En ese año recuerdo que todavía no había tráfico aéreo de coches.
Y que ese año abandoné ese mundo sin verlo.
Bueno, sin tocarlo.
Porque llegué a sentirlo desde el plano astral 358-ese es el nombre que le puso el científico que lo descubrió-aunque nunca trascendió, ni llegó a enterarse nadie.
Ya se sabe que estas cosas las esconden las entidades que han ocupado el poder de la voluntad humana.

A estas alturas, en el dos mil cincuenta, ya no tenemos bombas de neutrones y tanto la información como el conocimiento todavía siguen siendo eso que llamamos libertad. Pero claro, eso implica un esfuerzo.
Y tu voluntad flaquea cuando te lo ponen todo a un euro.
La facilidad, la comodidad y el consumo epiléptico se han convertido en las auténticas armas de dominación terrestre.
Hacen que simplemente no te de tiempo a pensar.
Es mucho más eficiente para la empresa todopoderosa.

Nos pasamos toda la vida corriendo en círculo y persiguiendo la zanahoria que nunca llegamos a alcanzar.
Miento.
La llegamos a alcanzar, pero se vuelve a clonar en una zanahoria mejor.

Ahora que he vuelto a ser energía pura y os hablo desde el plano 358-porque por fin se ha podido establecer una vía de comunicación oculta interdimensional-puedo dirigirme a vosotros y decir:

¿estáis tontos o qué?

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